El Pabellón de Deportes de Torrevieja será por siempre ese lugar en el que fuimos felices. Y el 4 de diciembre de 2021 quedará marcado en la historia del handball argentino como el día en el que La Garra venció por primera vez en un mundial a un equipo europeo. Las crónicas dirán que el conjunto austríaco estuvo diezmado porque por entonces una pandemia de Covid-19 afectó a cinco de sus jugadoras e incluso a su entrenador, pero qué injusto e ingrato sería reducir este triunfo a las circunstancias que afectaron al rival.
Los números dirán que Elke Karsten fue la máxima anotadora (11 goles) y figura de un partido en el que el equipo fue un verdadero equipo, como resaltara Luciana Mendoza luego del encuentro, justo antes de intentar dimensionar, entre lágrimas, todo aquello que significaba semejante resultado. “Sabíamos que Austria era un equipo de los europeos al que le podíamos hacer partido o incluso ganar. Creo que se notó desde el principio que salimos a buscarlo. Después hubo un pequeño bache, que es el típico bache que nos pasa, pero por suerte pudimos sostenerlo y al final se nos pudo dar el resultado”, llegó a explicar la de los 11 mundiales (7 de ellos adultos).
Los relatos también recordarán que hubo dos Ayelén que ayudaron a cerrar un partido que venía 'tranquilo' y que puso a prueba nuestros nervios, porque ¿por qué no? Rosalez, una de las debutantes, la de las paradas en momentos en los que la pelota quemaba y que llevó al periodista austríaco sentado detrás del banco de suplentes a tomarse la cabeza, incrédulo. Y García, la que desató la euforia, la que se tiró de cabeza y puso punto final a un thriller de 15" de posesión que parecieron una eternidad.
Los memoriosos relatarán que 72 horas antes de esta gesta, La Garra hizo un primer tiempo de ensueño ante las subcampeonas mundiales y anfitrionas del mundial, en el debut, ante el pavor del público presente, ante la ilusión de tantos del otro lado de la pantalla y del océano. Pero que tuvo un segundo tiempo en el que pareció cohibirse, 30 minutos en los que se la vio perdida como hacía tiempo no ocurría.
La primera participación de Argentina en un campeonato mundial fue en Noruega-Dinamarca 1999. Por entonces, las derrotas eran tan abultadas que una victoria ante un equipo europeo no entraba en los planes; y tener jugadoras que militaran en ligas europeas probablemente ni se planteaba como objetivo. Pero 22 años más tarde, 12 de las 16 jugadoras que estuvieron en planilla ante Austria ya cuentan con experiencia en ligas semiprofesionales o profesionales. Y eso si sólo hablamos de aquellas que hoy integran la selección.
Cuesta condensar en un par de párrafos (y no lo lograré) lo que significa esta victoria para un handball de raíces amateurs, de jugadoras que crecieron sin tantas referentes en quienes espejarse y que terminaron transformándose en lo que hoy cientos de niñas quieren llegar a ser; jugadoras que se hicieron camino al andar. Es casi absurdo pensar que con el nivel de competencia interno que existe en Argentina, hayamos estado deseando con tantas fuerzas, y cada vez con una esperanza renovada a base de pequeños indicios de evolución (más individual/personal que institucional/estructural), un imposible que estas jugadoras volvieron posible. Porque esas nenas que jugaban en el playón del Manuel Dorrego, el gimnasio de Sedalo o el parquet de AACF Quilmes no tenían cómo imaginarse que en un futuro podían escribir la historia del handball nacional.
Al margen de lo significativo del dato, del 29-31, del convencimiento del que habló Eduardo ‘Dady’ Gallardo en la conferencia de prensa una vez consumado el triunfo, este resultado es un punto del que jamás se volverá. Es la prueba de que los objetivos, además de soñarlos y trabajarlos, se pueden materializar; es la evidencia de que tarde o temprano, si el camino es el correcto, se pueden conseguir. Ahora esas chicas que en algún momento corretearon por los playones o gimnasios de Mendoza de Regatas, el Club Handball San Luis o Sagrado Corazón son el espejo en el que se miran tantas otras que aspiran a ser como ellas y que piensan en jugar en Europa o en algún día ganarle a una potencia. Y ya no será una utopía.
Hace dos años, en Japón, Argentina cerró la mejor participación histórica en mundiales tras finalizar en el 16º puesto, aunque con el sabor amargo de no haber podido cerrar un buen partido ante Angola que habría permitido incluso terminar un escalón más arriba. Hace dos años escribía que aquellos partidos nos daban licencia para soñar. Hoy La Garra ya no sólo sueña, hoy hace realidad sus sueños.
(...y esto recién empieza).
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